Es la primera vez que por un largo período de tu vida, para ser exactos, más de un año y medio, te verás sumergido entre adolescentes de diversas provincias, huérfanos como tú, en esta ocasión, pero que pertenecen a tu misma generación.
Mientras fuiste mi niño, tus relaciones fueron elegidas por ti y en parte por mí; si yo las aprobaba y nos llevábamos bien con los padres y nos gustaba su hogar, podían ser amigos. Pero el día que nos despedimos en la estación de Constitución, dejaste tu carnet de identidad y tu árbol genealógico para demostrar quién eras a partir de tu conducta. En esas frías latitudes, el dinero de tu padre y mis apellidos aristocráticos no te servirán de mucho sino tu personalidad, que tengo por muy valiosa.
Tuve miedo de dejarte partir por todas tus posibles e imaginarias enfermedades, por fu falta de abrigo -según la temperatura de mi cuerpo adulto-; sin embargo, me has demostrado que pasados los primeros días tan difíciles, los primeros meses y finalmente toda la estadía, ya no me dará miedo verte partir ni lo que emprendas en la vida. Veo que te has demostrado capaz y ya nada en ti me asombrará y, si te equivocas alguna vez, no dejaré igualmente de creer en ti. Será una de las tantas equivocaciones que uno encuentra en su camino. Mi fe y mi confianza están puestas en ti; no muchos se animan a romper el cordón umbilical e irse al lejano Sur, al más remoto y distanciado punto del universo, como lo has hecho tú.
El camino para llegar a adulto radica en un buen desprendimiento de la madre y para alcanzarlo tuve que cerrar mis brazos, apagar la angustia, el dolor en la estación y dejarte partir.
La adolescencia de los hijos, cuando uno es madre, es dolorosa. Habíamos puesto toda la vida en pro de esos pichones indefensos y mimosos que nos colocaron en nuestros brazos, la primera vez que los vimos. La vida luego los llama; despegan, se echan a volar, se tornan independientes y agresivos, por ser hombres, por no poder demostrarnos la ternura que sienten hacia nosotras, sin comprender nuestra vida más íntima, más delicada y sensible. Pero del modo que se desprendan de nosotras, las madres, irán por la vida siendo capaces de amar y de ser amados. Tendrás un buen recuerdo mío, si te dejo libre y no te aprisiono, porque aprendí en la vida, a través de duras experiencias, que sólo poseemos aquello de lo que somos capaces de desprendernos
Abril 1989.
Estoy tan contenta de haber recibido tu carta que hasta el encabezamiento de “vieja” te lo permito -aunque sin muchas ganas-. Hoy ya tenía preparado el sobre para enviarte unas líneas con tus hermanos, que irán a visitarte a Bahía Blanca justamente esta semana, el sábado.
Siento lo de las cuatro vacunas, sobre todo sabiendo el terror pánico que le tienes a las inyecciones. Esto te protegerá de males peores y dentro de unos días ya no te dolerá ni lo recordarás. También es bueno que conozcan tu grupo sanguíneo de antemano, en caso de algún accidente. Todas han sido precauciones preventivas para casos de emergencias. El corte de pelo debe haber sido catastrófico. A mi mirada eres bello con o sin pelo, porque miro hacia el interior y encuentro tu persona. Recuerda que siempre decías que uno vale por uno mismo, no por los accesorios. En esta situación pienso igual a ti; mi hijo está detrás de todo adorno y te prefiero rapado, sucio, desordenado que drogado.
EL uniforme deber ser como el de los marineros en la estación, el día que los embarcaron. Dormir trescientos adolescentes juntos con el perfume de vuestros pies y el olor a tabaco debe ser francamente insoportable.
Explícame si haces guardias de noche. Pasaré tus cartas a máquina como recuerdo imborrable y se las leeré a parte de la familia y amigos.
Estás irritado, pero no pierdes tu pizca de buen humor, lo que me deja entrever que dentro de tu ira no estás tan mal interiormente. Nada me dices de las comidas; me gusta que te afeites y te laves los dientes, que tengas atención médica y odontológica diaria y guardia de enfermería permanente las 24 horas del día. Recurre a ella, si te es necesario; no guardes ningún dolor.
Estoy feliz de tener esta carta en mis manos, bajo mi mirada. Te agradezco las noticias con toda mi alma.
Mayo 3. 1989
Pese a la conmoción que me provoca verlos partir a tus hermanos para verte, la decisión de quedarme fue positiva, ya que tu padre les regaló a último momento el viaje en avión. Verte un solo día para luego decirte adiós nuevamente, en quince días, hubiera sido insoportable.
Hemos intentado comunicarnos varias veces desde la casa de mamá, aunque fue totalmente imposible. Las líneas están sobrecargadas y el número da eternamente ocupado.
Sé por tu llamado a tu hermano Santiago que estás mejor, bastante cómodo, dentro de lo posible, que pediste traslado al Sur y que el martes estarás yéndote más abajo en nuestro mapa argentino.
Te extrañamos y todos preguntan por ti con interés y yo les cuento lo poco que sé, con pena de hablar de ti y saberte tan lejos.
Mañana tenemos planeado con tu hermano ir a ENTEL para comenzar los planes de pago del teléfono. Es la gran esperanza de este año: poder soñar con un teléfono al lado de mi cama y poder comunicarme contigo, en primer lugar.
No soy yo la que tiene cosas interesantes para contar, sino tú, de quien esperamos noticias, siempre.
Te abrazo muy fuerte. Ya pasaron dos semanas. Parece ayer que fui a despedirte. Ayer o hace años; no lo sé.
Sigo teatro y trabajo en la tesis con Silvana; viene dos veces por semana; estoy ocupada. Uno sueña con tener todo su tiempo libre y luego no sabe cómo arreglárselas. Tremenda es la soledad del que deambula sin tener nada por delante y todo su tiempo vacío. Es un mal que no conocen los pobres; es el vicio de los ricos.
La casa -pese a tu ausencia- lleva su tiempo. Es una gran monotonía, aunque necesaria.
Cuídate: te quiero mucho.
Le pidieron a un joven que recordara algún recuerdo emocional. Trató de evocar la sensación de hastío que experimentó el día de su incorporación en el ejército; primero sintió un ligero estremecimiento, una sensación desagradable que hubiera preferido no experimentar. Visualizó el patio del cuartel que solía atravesar; luego apareció la imagen de un dormitorio. Se vio a sí mismo sentado frente a la ventana, contemplando el campo de instrucción, teniendo la vaga idea de estar sentado junto a una ventana; tuvo una sensación de opresión, fatiga, desagrado y cierta pesadez en los hombros. Lo más persistente -dijo- fue el hastío.
A tu regreso: ¿cuál será tu recuerdo emocional?
Ayer estuve en el Sanatorio porque operaron a una tía mía. Voy diariamente, porque es un modo de encontrarme con mis primos y mis tías queridas.
Santiago ha intentado hablar por teléfono, pero ni te imaginas cómo están de recargadas las líneas a Ushuaia, con todos los familiares intentando llamar .Procuraré comunicarme el jueves sin darte ninguna seguridad. Debo resignarme que tus noticias me lleguen por escrito.
Cristián anda de capa caída, tal vez por tu ausencia. Yo salgo y nos vemos poco. No puede estar siempre en casa; es una libertad nueva, sin responsabilidades de almuerzos ni cenas. Por ahora, me resulta agradable. 24 años de hacer la misma vida no es un día ni un mes. He de aprender este otro camino diferente y más tranquilo.
A ti te siento protegido por toda la Marina y eso me hace un enorme bien; no es como en tus campamentos solitarios o como tu hermano, en Esquel, en medio del Sur y su soledad.
Veo que esta carta peca de no demasiada inspiración. Son tantas las cosas que uno quisiera escribir, pero me siento vigilada; tal vez abren la correspondencia o algunos de tus compañeros las lee-. Por lo mismo, estas líneas suenan huecas, opacas, hasta indiferentes. Lejos estoy de sentirme así; quisiera ser tu sombra para verte todo el tiempo; recibir noticias de inmediato, tener un teléfono a mi lado, visitarte y escucharte más seguido. Tus fotos me acompañan; siempre me preocupo por lo que te haga falta. Un abrazo muy fuerte, un inmenso deseo de que estés bien y todas mis ganas de verte pronto.
Junio 10-1989
Sé que tu padre te ofreció la ocasión de pedir un cambio y que te negaste. Es lógico que los cambios te agobien. Las partidas han sido dolorosas y ahora, rodeada de compañeros que ya conoces, te es más difícil volver a empezar. Tú eres el único que puede hacer frente a esta situación.
A veces, mientras espero en el teléfono escucho risas y oigo chistes. Tu voz suena tranquila, ni siquiera depresivo.
Sigue adelante, que me estás enseñando que ya puedo confiar en ti plenamente, que el arte de lo social lo manejas, que te estás enfrentando con problemas que en un principio te hicieron sucumbir, pero que los has resuelto con soltura; fueron muy duras estas tres semana sin noticias directas. Yo también me hundí en un pozo oscuro y abismal, al no recibir noticias directas; ni siquiera sabía si el avión había llegada a destino
Bueno chiquillo que se hace adulto, coraje, fuerza, energía y fe en el próximo 1990, donde, ya en libertad de la marina, podrás planear tu viajes a los Estados Unidos de América.
Tal vez no extraño tu presencia, pero sí extraño tu ausencia, lo cual significa que cuanto más pasa el tiempo más se tiene la sensación de haber perdido algo muy valioso.
Al principio fue casi un alivio que llegara ese día fatal, porque la tensión era irrespirable, pero más pasa el tiempo y más se siente el desasosiego.
“Puede que uno no sea feliz con lo que tiene pero ciertamente es desdichado con lo que no tiene”, decía Schopenhauer.
Te sé tranquilo en tu nuevo puesto administrativo; sólo te pido que me escribas así yo paso tu carta a máquina y luego la distribuyo en fotocopias a los que tanto preguntan por ti. Poco me entero por teléfono, en esos minutos perdidos. Me calma sentir tu voz, sin embargo, nada sé de tus días ni de tus emociones. Por favor, escribe por lo menos una vez por mes. Yo me ocupo de que tus hermanos y amigos te escriban unas líneas y de ir al Correo Central (a veces dos, tres veces en la semana.)
No rompas lo escrito; envialo para que llegue el mensaje.
Poco te puedo contar de esta capital, a la espera de la toma de mando de este nuevo presidente, que parece tener la receta a fin de controlar la hiper-inflación.
Tesoro mío, no nos abandones; tus líneas las leemos y las releemos de continuo y nos ayuda a habituarnos a esta lejanía. ¿Tienes frío, hambre, sueño, miedo?
Extraño el ruido, la necesidad de ser madre, tu música baja, tus cuentos o sonrisas, hasta tus mohines de enojo.
Julio 1989
Al fin llegaron las tan ansiadas cartas. No es lo mismo tener noticias a través de una línea telefónica, pues uno sólo atina a decir pavadas, a repetir y preguntar lo mismo. En esa carta sé más de ti que en todos los llamados telefónicos.
Te expresas en forma muy divertida, pese a lo que te cuesta las experiencias vividas. Por ejemplo, la aventura en ese avioncito de la Armada con turbinas de juguete y el heli desembarco.
Tu padre me aseguró que estabas bien y que no deseabas cambios, ahora que te derivaron a la parte administrativa.
Sabrás que Alfonsín deja de ser presidente el 8 de julio, que las medidas económicas serán drásticas, que intentarán privatizar varias Instituciones, por ejemplo ENTEL, que la nafta subirá a medio dólar el litro y ciertas personas ya están pensando en vender el auto. El país deberá cambiar en unas pocas semanas, si no queremos hundirnos del todo. No se pagan ni los intereses de la deuda externa. Menem se está sorpresivamente rodeando de gente liberal; María Julia Alzogaray será la interventora de ENTEL y su padre será asesor frente a la deuda externa, mientras el ministro de Economía será uno tradicional. Un asesor de los USA dará su opinión, pero en esta decisión muchos quedarán sin empleos, con hambre y frío y duele, Sebi, y tengo miedo. La Argentina está con miedo. El país está en quiebra pero -pese a la depresión general que rodea los rostros de la capital porteña- mi situación todavía no es terrible.
No tengas miedo de cambiar, hijo querido; las experiencias límites siempre nos marcan y dejan sedimentos que se irán amontonando en tu persona, haciéndote diferente, más adulto y responsable. Estoy de acuerdo que no cambies tu actitud básica, aunque cambios habrá a través de toda tu vida. Yo no soy igual a la chiquilla inconsciente que se animaba a esperar bebés, llena de entusiasmo y de buen humor; no me río igual; no soy la misma. A veces quisiera haber guardado algo de mi perdida ilusión, entre tantos sinsabores diarios. Serás un Sebi distinto, porque la Armada será una de las experiencias que más te marcarán junto a otros recuerdos borrados por ahora de tu conciencia. Todos vamos modificando nuestros pasos por la vida y no es malo, siempre que guardemos la honestidad hacia nosotros mismos y hacia los demás.
No, no quiero que regrese el Sebi despreocupado de antes, porque no tendría cabida en el momento socio-económico que estamos viviendo. Ni nosotros, los adultos, podemos hacer frente a la loca carrera hiperinflacionaria y a la actual crisis vivida en estos meses. Quiero y deseo para bien de toda esta familia un Sebi con su misma personalidad, más preocupado por la crisis de su país. Quiero un Sebastián que una las experiencias de su pasado con las vividas actualmente en la colimba, porque al regresar serás ya “un iniciado en la vida adulta”.Ya no podrás permitirte actitudes de niño. Deberás comenzar a marchar solo y las responsabilidades pesan.
Pero lo peor ya pasó para ambos. Mientras tú no terminabas de instalarte dentro de ti, yo sentía que no me instalaba dentro de mí. Hubo días, incluso todavía, donde una oscuridad total me domina y me enojo, cuando se van y me abandonan del todo como si fuera "nada".
Siempre quisiste ser libre totalmente, lejos nuestro, para ser tú. Recuerdo una carta que me dejaste en casa y no necesito decirte que lloro cada vez que la releo y son muchas. Pero allí tampoco eras feliz; ese “antes” al cual siempre apuntas hoy en tus cartas, tampoco eran siempre momentos felices, porque mi queridísimo hijo adorado, la felicidad son instantes, jamás períodos extensos; un momento, un rayo de sol entre la ventana, una nube, un ave volando mientras el sol se pone, un árbol florecido, una melodía, un rostro bello pasando por la Avenida Santa Fe que pudimos abordar y no lo hicimos, la nieve, un amigo, tu mano en mi hombro en instantes de pena, tu sonrisa, tu mensaje , tu franca carcajada entre primos o amigos, etc.
Vas a ser otro y no te tortures más; serás otro, porque el que dejaste no era siempre el Sebi feliz que añoras, sino uno que luchó mucho por continuar marchando.
Desde el regreso de Santiago de su viaje de ocho meses a USA empezó tu tiempo complicado y no te envidio. De ser el menor, en un hogar siempre con gente, pasaste grandes soledades en esos dos años que yo trabajé -por obligación económica- con tus almuerzos mirando la pared de enfrente, en esa soledad que siempre está en nosotros, pese a los hijos, el matrimonio, etc. Nacemos y morimos solos. Somos felices a ratos aislados.
En tus experiencias personales agregarás el tiempo en Ushuaia y en Bahía Blanca, lo que sufriste, cómo lo resolviste, cómo te habituaste y cómo lo superaste. Esto te recordará también en el futuro a resolver otras situaciones tanto o más angustiosas.
Si pudiste superar el servicio militar, superarás cualquier otra situación en la vida. Recordarás los primeros días en Puerto Belgrano y todo te parecerá que tiene solución.
A mí también me pasa lo mismo. Hubo experiencias atroces; nunca supe cómo logré salir de ellas. Hoy, cuando entro en esos pozos terribles de angustia y depresión, una luz me sostiene como diciéndome; “esto no es lo peor”; he pasado por momentos similares y volví a respirar un aire puro nuevamente. Siempre se sale y con mayor fuerza, si cabe.
Seguirás siendo mi tercer hijo que tanto amo, que tanto mimé y protegí, pero serás ya un adulto. Cada uno puede ser en su vida un héroe o un antihéroe; depende de cómo uno responda al llamado. El periplo para alcanzar la adultez tampoco depende de años sino de pruebas logradas o no. Eres, a mi mirada un héroe -te prometo volver sobre este tema- en esta experiencia dolorosa que fue la separación y la iniciación de un nuevo rumbo. De ti dependerá que sigas creciendo derechito como planta bien regada pero; si retrocedes, recuerda también que la vida es “recoger los pétalos marchitos a fin de fabricarnos rosas nuevas”.
Es la primera carta que te escribo con el corazón en la palma de mi mano. El dolor de saberte lejos se ha calmado y ahora soy yo, sincera, profunda, cariñosa y tierna.
No necesito decirte que te amo con MAYÚSCULA y que a través de tus cartas siento orgullo, porque no tienes miedo de decir lo que piensas, de escribirlo, de gritarlo a los cuatro viento, a fin de seguir siendo lo que fuiste; ese niño adorable que jamás me dio trabajo.
Te prometí La aventura del héroe en mi carta anterior. Léelo con mucha atención, porque es lo más importante que he descubierto en mis últimos años: llegar a ser un héroe de nuestra vida o negarnos a serlo.
Existen dos etapas fundamentales en esta aventura. Su periplo es la partida, la iniciación y el regreso.
En los ritos de iniciación se enseña al héroe a morir para el pasado y renacer para el futuro. Es lo que te está sucediendo; moriste como el adolescente despreocupado, bachiller, con todo al alcance de su mano, y renaces en este conscripto, con sus múltiples dificultades y pruebas, regresando al cabo de catorce meses como guía para otros adolescentes o para sí mismo. Es la muerte de ti como niño y el nacimiento de algo totalmente inesperado. Los ritos tradicionales son: el nacimiento, la pubertad, la adolescencia, el matrimonio, la muerte, ejercicios seguidos de una separación severa, donde se corta radicalmente con el estado anterior a fin de acceder a uno nuevo y desconocido.
Uno de los primeros pasos es la separación; el héroe -en este caso un niño adolescente- muere para renacer. En una segunda etapa deberá regresar transfigurado, con el fin de enseñar las lecciones aprendidas sobre la renovación de la vida a otros no iniciados y actuando como guía.
El héroe inicia su aventura desde el universo cotidiano hacia una región desconocida; se enfrentará con fuerzas fabulosas -monstruos- y vencerá una victoria decisiva, regresando de su misteriosa aventura con la energía y la sabiduría necesaria para otorgar esos dones aprendidos a otros potenciales iniciados.
Un ejemplo mítico es Prometeo, quien le roba el fuego a los dioses para ofrecérselo a los hombres, o Jasón, cuando lucha contra el dragón y lo vence y regresa con el vellocino de oro o cuando Eneas desciende a los infiernos, regresa y realiza su deber. Moisés y Cristo también fueron héroes.
Debe responder a) por su propia voluntad; b) empujado a la aventura (la obligación del servicio militar en este caso) o c) negándose. Sobreviene el cruce del primer umbral. No escuchar esa voz del destino sería dejar de cumplir el mandato heroico. El centro de toda su atención será una zona desconocida, un país, un lugar lejano, una isla, una choza, siempre un sitio extraño y peculiar con seres y cosas inimaginables, donde se "debe dejar toda esperanza". Puede recibir ayuda de una figura protectora, oraciones o simples amuletos que lo preserven de todo mal, para que no puedan hacerle daño. Se debe confiar y avanzar en esa aventura personal hasta llegar al Cruce del umbral; allí aparecerá un guardián detrás de él emergerá el peligro; los guardianes serán individuos temidos, altamente respetados. La aventura consiste en pasar más allá del velo de lo conocido a lo puramente desconocido. Las fuerzas que cuidan las fronteras son peligrosas, aunque el peligro desaparece para el valiente arriesgado.
Este cruce del umbral es una forma de auto-aniquilación; el ser es devorado por lo desconocido y parecería haber muerto: un ejemplo sería Caperucita Roja, devorada por el lobo, para luego renacer, gracias al leñador.
Tú pasaste toda esta primera etapa en Puerto Belgrano. La partida, dejando a toda tu familia y amigos detrás, la llegada a Bahía Blanca, las inyecciones tan temidas, la prueba del perro buscando droga, la rapada de tu larga y bella cabellera, la ausencia de todos tus seres queridos y el quitarte toda prenda que significaba algo emocional para ti.
Luego de la partida, viene la iniciación, etapa favorita de este camino heroico, porque allí se darán las pruebas. El que se enfermó y tuvo que regresar no aceptó el reto. Esta vez no aceptó el llamado; (¡tantas veces en nuestra vida dejamos de cumplir con él!)
Se denomina héroe a quien llega a conocer; morirá (como adolescente y renacerá (como ser adulto) socorrido por guías con mayor experiencia (algún marino amigo) o con amuletos (cartas, una cruz, oraciones, antes de su entrada en esa nueva región desconocida (Ushuaia). Luego vendrá la reconciliación o resurrección.
El tercer momento o etapa es el regreso, plagado también de pequeñas o grandes pruebas, que deberá vencer nuevamente (el viaje de Santa Cruz en ómnibus, sin dinero, con hambre, frío y miedo). Traerá un trofeo (certificado de haber realizado el servicio militar), una piedra, cartas, recuerdos, (nieve derretida en un frasco) porque los trofeos significan la renovación a la comunidad; en tu caso específico será la renovación familiar, personal y patriótica, ya que para la patria serás un iniciado militar por siempre jamás.
Tal vez exista un rechazo por escapar de sus perseguidores (la autoridad naval) a quienes ha debido quitar el trofeo tan necesario para demostrar que se ha convertido en un héroe (el sello del servicio militar en tu caso). Pero si triunfa y regresa, renacerá del mundo del cual partió. Esta será su última crisis: la dificultad de cruzar el umbral de regreso, desde los infiernos -el Sur- a la vida cotidiana, enfrentándose con una sociedad que no siempre lo comprenderá. Para el vencedor le será muy difícil y arduo aceptar como una realidad este mundo diario, pero es condición indispensable sobrevivir al impacto del mundo, sin perder la seguridad, ante la incredulidad de los seres o de su familia o de su grupo social. El trofeo (sello, piedra, cartas) le recordará que la realidad de las profundidades vividas (el descenso a los Infiernos en Ushuaia) no ha de ser opacada por la luz del día. Esta será tu señal heroica y tu capacidad de poseer los dos mundos: el mítico y el cotidiano.
A mis ojos y a la mirada del mundo serás para siempre un héroe.
Agosto 1989
Gracias por darme el mérito de haberte encaminado bien en tus estudios. Leí lo siguiente:”el gran combate comienza en la escuela primaria y no se termina hasta la obtención del título de bachiller”.
Todos los seres acusan a sus padres de una energía feroz. Haberlos conducido hasta el final de sus estudios les parece una marca agotadora; fue un régimen alterno de recompensas y amenazas, sanciones, estímulos, castigos
Sostengo que una mente bien repleta es preferible a un cuerpo armonioso. Tú no estás de acuerdo y has adquirido un estupendo físico que, con una vestimenta más prolija, serías el mejor entre tus amigos y primos. La mente fue menos repleta, porque estos últimos años el La Salle decayó así como también lo hizo la Argentina.
Co n ese físico tan bien dotado, que Dios te otorgó, aún te falta enfrentarte con los otros dos dogmas de la condición masculina: la obligación de trabajar y el deseo de establecer unas relaciones armoniosas con el sexo opuesto. En estos dos frentes las cosas se revelan menos sencillas: conocerte, hijo, te llevará no un año, sino la vida entera. Jamás llegaremos al final de nuestro propio conocimiento; a veces efectuamos actos totalmente impensados, tenemos miedos, locos amores, pasiones irracionales. Lo importante es saber contra qué uno se enfrenta, cuál es el básico problema que uno vino a resolver, la oposición en nuestro carácter, el conflicto interior que uno puede o no permitirse ver, a fin de alcanzar la felicidad. Debemos buscar la naturaleza que la ciudad nos coarta; debemos buscarla, tender hacia ella, olvidar lo pequeño, amar lo simple y lo bello.
Luego del servicio militar se abrirán negros horizontes para definir lo que deseas hacer. El viaje a los EE.UU. será una experiencia amable, porque tendrás todos los problemas externos solucionados, salvo el lenguaje y la fluida comunicación; la lengua será tu más serio problema; te sentirás muchas veces solo, incomprendido, pero el ambiente, el clima maravilloso de California y la comida serán gratas y acogedoras recompensas.
Espero que este viaje pueda hacerte olvidar de algún modo el daño que te dejará por mucho tiempo esta ingrata estadía en el Sur obligatoria y no deseada. Lo espero con toda mi alma.
Me encantan las noticias sobre el tiempo en Ushuaia. No comprendo que no nieve. ¡Creí que ésta supera los doce metros de altura! Dime si de tu lugar de trabajo puedes ver hacia fuera.
Te siento muy tranquilo; espero que no sea artificial: esta tranquilidad total ¿no será una depresión?
Existen siempre en las civilizaciones y en los individuos períodos de actividad, donde se actúa a toda velocidad como en el tiempo de Atila, de Alejandro Magno o del Imperio Romano, etc. llamados pueblos jinetes, y los períodos más calmo, agrícolas, donde se espera con gran paz la recolección de las cosechas. Los orientales son muy conscientes de ellos y hacen gran caso a la madre naturaleza.
Cuéntame siempre sobre el paisaje, el clima, las puestas de sol. Me encantan tus descripciones y son a través de ellas que te encuentro y te extraño menos.
Septiembre 5-1989
Recibí tus dos últimas y lindísimas cartas donde -como dices tú- cada cual levanta el ánimo al otro. No creo, mi tesoro, que pueda volver a ser alguna vez “la joven llena de energía y ganas de vivir que dejé de ser por un tiempito”, porque los años se han ido acumulando y por más que los hijos rechacen la idea de vernos envejecer, he envejecido de cuerpo y sobre todo de espíritu. No importa; mientras alguna vez pueda alcanzar esos picos de energía que lograba antes tan fácilmente. Era como llegar a la cima de una montaña, escalarla y observar el firmamento por encima de los picos; esas cimas se han vuelto últimamente valles, no siempre desagradables, aunque más calmos y con menos poder de creación. Intentaré escribirte con el ánimo alto y fuerte, que no siempre tengo, si ello te hace bien.
Yo fui fuera de serie para Uds. Pero cuando empezaron a crecer y volverse adultos pensé que la vida me iba a ayudar a poder por fin descansar y veo con espanto que los problemas económicos siguen cada vez más graves y preocupantes y que debo seguir remolcándome por voluntad propia. No siempre lo logro y lo que más me entristece es ver que tú has heredado gran parte de mi melancolía.
Sebi: ¿por qué pre-ocuparte por lo que sucederá en verano, cuando recién estamos vislumbrando la primavera? Dejemos para diciembre lo que pertenezca a ese mes y enfoquemos este septiembre maravilloso, donde verás crecer infinidades de flores. Desde tu ventana -recordémoslo para siempre- veías el edificio, no la montaña. Te invito a observar estos tres meses de primavera -la única que pasarás allá- solamente la montaña y de una forma diferente, como la viste luego de mi carta. Vamos a gozar juntos esta nueva estación que para ti significará más calor, más luz y sol, menos nieve, menos neblina, más luminosidad, más color, más verde.
Te suplico que te hagas amigos de tus compañeros. No estoy de acuerdo contigo en no entregarte, porque tal vez nunca más los veas. ¿Cómo podía saber que Joan volvería dos veces a Buenos Aires para simplemente verme y que nuestra relación soportaría catorce años de ausencia y distancia? ¿Cómo puedes saber que tus primos no se irán a vivir algún día lejos de este país o de la capital? Da lo que tienes, en el momento justo; recibe lo que te den; no estés tan pendiente de no hacerte amigos, porque igualmente sufres sus partidas. No se deben poner trabas en las relaciones que nos ofrece la vida.
Serán compañeros de ruta en tu recuerdo. Si fueras como tú dices, yo no debería haberla querido tanto a María del Valle, porque era monja carmelita, pero nuestra amistad superó las trabas que nos imponía el Carmelo y sus reglas. Yo quiero, Sebi, sin vallas. Cuando eran pequeños, la gente me criticaba por todo lo que les daba sin pensar en mí. Di a manos llenas, sin dejar ni un poquito para mí y, aunque hoy partan, no me arrepiento de haberles brindado lo que podía y tenía. Me ofrecía a mi modo, sacrificando horas y días, incluso viajes o vacaciones. Quise y quiero y tuve amigas incondicionales. Es el amor que cuenta, no la frecuencia de los encuentros. El amor siempre vale la pena.
Hubo ciertas pasiones que no fueron positivas. Sin embargo existe una parte que es ser madre y otra que es ser persona. Con ella me he equivocado alguna vez. Quise y quiero con toda mi energía. No me salió bien. Si quisiera nuevamente no me guardaría nada, como antes, porque empezaría de nuevo, olvidando el pasado que en materia de amores varoniles no fue demasiado productivo conmigo. En cambio, con respecto a mis amigas, la amistad me ha recompensado de lo poco que recibí de los hombres que amé. Los que se fueron habrán llevado lo mejor de mí misma, para siempre.
Cuando Santi era chiquito, le pedía besos y más besos; me preguntaba si ya estaba bien y le respondía que sí, porque me quedaban algunos, por si el Señor Dios le mandaba una orden del cielo. Con esto significaba que si se moría nos habríamos besado tanto que quedarían algunos todavía, para cuando no estuviera. No nos besamos de igual modo en su adolescencia, pero luego el cariño afloró y después de la lluvia vino el sol.
A ti no te besé todo lo que quise, cuando te fuiste; estabas tan acorralado en tus lúgubres meditaciones que no sabía cómo responder a tu aflicción, si entrando de puntillas a tu cuarto o quedándome muda en un sillón.
Cuando regresaste del cuartel con tu primo, ese día que yo ya te veía lejos de mí por un largo año, corrí a tu cama y te besé con fervor. Me preguntaste: ¿Por qué me besas así? ¿Existe una razón para querer? ¿Una explicación para besar? Se ama y se besa, como uno lo siente. Nosotros -además -logramos escribir lo que sentimos y a través de estas cartas nos vamos entendiendo mejor, nos hacemos amigos. No debemos dejar de darnos este amor, esta amistad, esta confianza que crece con la distancia y este oído atento a nuestros mínimos cambios. Entreveo tus estados de ánimo antes de que me alcancen tus líneas y me entristezco contigo, cuando no estás con el ánimo alto, mirando las montañas y sonriéndole al sol, porque siempre, en medio del más grande dolor está ese rayito de sol iluminándonos, acompañándonos.
Luego del más feroz duelo, luego de una muerte, luego de veinte días de un dolor muy profundo, no puedo seguir siendo indiferente a la naturaleza; no puedo dejar de asombrarme y fascinarme frente a cada demostración que la naturaleza me otorgue, aunque más no sea la tela de una araña iluminada por las gotas de la lluvia… y sabes bien cuánto temo esos insectos.
Septiembre 6 -1989
Tuve la suerte de recibir hoy, día antes de mi cumpleaños, tu sobre gigantesco que -por supuesto-no abrí hasta hoy. Te extrañaré horrores, pero yo te llamaré al mediodía para darte la ocasión de desearme un feliz cumple.
Sebi adorado; el invierno se aleja. Buenos Aires, pese a los cambios de tiempo en un mismo día y las lluvias o los días nublados, ya enseña sus flores; los narcisos este año han llegado tardíos, no en Agosto, como siempre se anuncian, y las fresias, tan coloridas, invitan al cambio de estación con algo de retraso.
Me dijera que Ushuaia en estos meses de primavera es glorioso.
Espero que me lo describas a fin de gozarlo contigo; luego será el verano y a medianoche todavía gozarás de una penumbra, sin que sea noche cerrada todavía. Cuando llegue el próximo otoño ya será más breve tu estadía y más cercano tu regreso y el encuentro. Aunque no me creas, te costará muchísimo ambientarte de nuevo al bullicio, luego de los pacíficos meses lejos de una gran ciudad.
Annie se rompió la otra pierna y la operaron poniéndole clavos. Era la compañera ideal para las exposiciones, museos, cines y me costará mucho habituarme a ir solamente a visitarla a su casa. Deberá marchar por un tiempo con un bastón trípode y la recuperación será muy lenta.
Mañana almorzaré con mi madre y mi hermana e iré por la noche a un festival con mi madre y dos tías. Yo lo quise así. Cuesta un dineral recibir y no tengo ganas de festejar. Quiero un cumple tranquilo, en paz. Cuando falta un hijo, falta un tercio de mi ser.
Estarás contento con los 24.000 Australes que te pagaron más los 12.000 que te llegaron míos, para que te diviertas y los pases medianamente bien. Goza, Sebi, de esa belleza absoluta y eterna, de tus compañeros, de la existencia sin problemas de dinero, de la risa y de tus pocos ratos de ocio; eras un joven bello y sano. Te abrazo muy fuerte en mis cuarenta y ocho años y gracias por el regalo de las fotos y la carta.
No me gusta cumplir 48 años. No me gusta el número 8; prefiero el 7 ó el 9. Tú, el 16 de diciembre, invitarás a tus compañeros a festejar con cerveza y cantarán. Yo, desde aquí, te haré eco.
Septiembre 7 -1989-
Querido Sebi:
Respondo tu carta un día después de mí cumple. En primer lugar te agradezco las fotos y las postales y el póster. Ahora inundan mi cuarto estas seis espléndidas fotos en donde me encuentro contigo contento, riéndote, tomando jugos o coca cola y pasándolo bien. Qué suerte que tu cara refleja felicidad, porque al mirarlas podré pensar que siempre te ríes. En alguna foto me costó saber cuál eras entre todos esos conscriptos vestidos igual, pero con una lupa logré hallarte. El sitio parece muy peligroso; no necesito decirte que me preocupo, pero eres tú el cual podrá poner límites a los peligros. Te veo bien; te quedan bien los kilos que engordaste; tu cara está menos demacrada, más redonda. ¿Qué cantidad de porciones deberá comprar para llenar ese vientre acostumbrado a platos gigantescos de comida?
La vista es majestuosa; el monte Olivia es soberbio. Detallas con precisión los sitios y marcaste las fotos con números. Eso demuestra una organización que desconozco.
Ahora que pasó la peor temporada me podrás contar la verdad sobre el frío que pasaste. En Septiembre los días se alargarán y en verano tendrás luz hasta casi medianoche, igual que en el Polo Norte.
Tus cartas son muy descriptivas; me encanta tu sentido del humor que no pierdes para describir situaciones.
También aquí existen días grises y otros llenos de sol. Lo positivo es seguir marchando aún los días de lluvia con truenos. Pero hoy brilla un sol tibio y suave en el cielo y en mi alma, porque al lado mío estás tú sonriéndome con una sonrisa que me dice: “¡Adelante, lo logré, adelante también tú, mamá!”
Un beso enorme y mil caricias.
Los 9 kilos me sorprendieron; eso explica que tu cuerpo no lo está pasando mal.
Te prometo el baño de 8 horas sin gritar. Nadie puede comprender que ese chiquitín adorable de rubios cabellos y dientes de conejo esté hoy haciendo la conscripción. Alzogaray decía cuando era ministro que “había que pasar el invierno”; pasó tu invierno y ahora se aproxima la única primavera que verás en ese tan lejano cono sur que afirman es una maravilla y verás la única primavera donde los días se alargarán y será un paraíso con flores de todos los colores.
Eres un héroe con su experiencia de dolor, de soledad y de angustia, que nadie podrá quitártela. Saber que lograste resistir te hará más te hará más fuerte. Lo pudiste vencer, te comportaste como un hombre, pasaste el duro mes en Puerto Belgrano y hoy, con días dispares y días eufóricos vas llegando a tu quinto mes; cuenta las estaciones; diariamente tendrás más luz, más color, el mismo espectáculo panorámico increíble. Regresaras y serás unos hombres llenos de experiencia y madurez.
Y cuando digo “goza” me refiero a la naturaleza, no al miedo ni a la desazón de encontrarte lejos de los tuyos, extrañando; te suplico que no vivas como yo, imaginando un pasado mejor, sin poder disfrutar el presente. No todo a tu regreso serán rosas. Deberás enfrentarte con qué diablos hacer, cómo hacerlo y si lo puedes hacer.
Goza de comer, sin ver mi cara de espanto por los gastos que implican; goza observando esa naturaleza que te rodea, del espectáculo panorámico del ventanal, goza de que otros decidan alguna vez por ti, de estar protegido, de tu salud, de tu juventud, de tus sueños que nadie puede quebrar, de tu familia que te recuerda día a día.
Estamos encantados con tus cartas y descripciones; sentimos también tus penas, el modo con que expresas tu cariño y nos duele tu inmensa soledad.
Te sientes olvidado -dices- retirado totalmente, como un habitante de una isla desierta, sin tu ambiente familiar ni amigos e intentas encontrar un equilibrio entre la presente renuncia de tu universo conocido y éste, el mundo de la Marina , que se te impone y donde oscilas como un péndulo entre tus conocidos recuerdos, la comunicación y la inmensa soledad.
Como diría en su libro Anne M. Lindbergh, lo primero que has aprendido en esta vida nueva de “conscripto por obligación” es el arte del desprendimiento; cuán poco es lo que realmente necesitamos para manejarnos; principalmente el desprendimiento físico, el de la ropa, por ejemplo; de repente descubrimos que precisamente necesitamos menos todavía y qué alivio nos trae en realidad. Al desprendernos de las vestiduras, de nuestros diferentes tesoros, discos, casetes, etc. Nos estamos desprendiendo también de la vanidad.
Luego viene la vivienda , para ti el refugio actual; habituado a tu cuarto, vives hoy rodeado de 300 colimbas en un espacio muy reducido que no te pertenece, sin baño privado ni cama, ya que te cambian todo el tiempo de lugar, sin tus pertenencias, ropas, fotos, pósters. Te estás desprendiendo del orgullo de tus posesiones. Hoy vales por lo que eres, como siempre deseaste ser reconocido, por ese ser que habita dentro de ti; incluso te has desprendido por obligación de tu pelo largo, de tu ropa, de ciertas costumbres, cuando confundías desorden con personalidad. En parte es un alivio; la vida social es cansadora e hipócrita; se llevan máscaras encima: te estás desprendiendo de las caretas de la sociedad; a tu regreso, deberás aceptar sus reglas de juego, si deseas ser aceptado.
Tal vez descubras que puedes incluso ser feliz, sin esas pertenencias que tanto amabas y creías tan necesarias. Te recuerdo una declaración hecha en Francia por un hombre que pasó tres años en un campo de concentración alemán. Afirmaba que por supuesto no recibía lo suficiente para comer, que a veces eran tratados malignamente, que tenían muy poco libertad física y, sin embargo, que la vida en prisión le había enseñado cuán poco precisa uno y cuán extraordinaria es la libertad espiritual y la paz que tal simplificación puede proporcionar.
Has tenido la suerte de poder elegir por un año siquiera entre la simplicidad o la complicación porteña. Al Sur podrás regresar en condiciones no ya de colimba sino como ciudadano libre. En la ciudad sólo se puede elegir la complicación; los períodos de prisión obligatoria como el tuyo, de mera supervivencia, imponen un modo de simplicidad en el hombre. Los monjes lo eligen por voluntad propia, pero si ha de ser impuesto -como en tu caso- encontrarás también la serenidad que trae consigo.
Es cierto: coleccionamos posesiones materiales no sólo por la seguridad, vanidad o comodidad, sino también por la belleza. Es muy agradable escuchar buena música; lo indispensable es poder seguir siendo feliz, aunque no se posea el último disco de tal o cual cantante, la última canción de moda; si no perdemos de vista este punto, quizá logremos una cierta serenidad en este vasto universo.
Tu cuarto-galpón en Ushuaia está desnudo y es tal vez bien feo, pero tiene una vista panorámica, sopla el viento, el sol se asoma lentamente rumbo hacia la primavera, hay perfumes de pinos, brotes de flores y ves las desnudas cimas nevadas de las altas montañas andinas; a lo lejos, el pueblito nevado. Puede haber en tu refugio tela de arañas, aunque pueden ser bellísimas, si un rayo de sol por la mañana las atraviesa. Piensa que nada es más maravilloso que una tela iluminada por la luz del sol.
En cuanto a tu lugar de trabajo puedes adornarlo con ciertas fotos, una rama pequeña de pino, una piedra, una caracol desnudo, algo que descubras en tus paseos; recoge el esqueleto blanquecino marino y obsérvalo detenidamente: así seremos en el futuro nosotros también; así de insignificantes; busca uno ahuecado para guardar dentro tus ilusiones, tu pasado y piensa a tu regreso en dónde lo colocarás; una conchilla vacía guarda el arrullo del mar, te asomas al universo auditivo con el simple gesto de colocarlo próximo a tu oído.
Tienes-me has escrito-ventanas con una vista celestial, un punto para echar a volar tus pensamientos. No pierdas la ocasión de miras, de escuchar, de recordar en el futuro los gritos de las gaviotas o las puestas de sol. Acapara imágenes, objetos valiosos para tus sentimientos. Yo prefiero personalmente una piedra del sur que un tapado de piel y el libro de JuanCARTAS A USHUAIA
Salvador Gaviota que una Mercedes Benz.
Amarás en cierto modo algún día esos tiempos sureños, esos recuerdos de tu refugio de conscripto actual; desearás volver a verlo como un mal episodio pasado. Podrás traer contigo un pequeño caracol, unas plumas de aves, un musgo, una piedra, objetos simples para una vida simple, para que alimente este trance que iniciaste en un puesto marino y en un punto solitario en el confín del universo.
La experiencia te servirá para que te preguntes con cuán poco y no con cuánto se puede seguir avanzando, para que sepas distinguir lo simplemente necesario del bombardeo de la publicidad que deteriora nuestra capacidad de discernir, para que digas NO, cuando estés tentado a añadir objetos inútiles en tu vida. Pero no es suficiente la simplificación de la existencia hacia el exterior; el interior también deberá avanzar hacia la simplicidad. La apariencia de un caracol, entonces, te lo recordará.
Por lo mismo, conservo ciertas piedras a mi alrededor a fin de no olvidar que la vida de apariencia y de objetos absurdamente inalcanzables es realmente inútil. La forma del caracol será tu modo de vivir, si así lo decides. Será tu técnica hacia tu futuro, hacia el ser interior tuyo que tanto admiro. Sé que la respuesta final está siempre dentro, pero lo externo puede dar una clave, puede ayudarnos a descubrir la respuesta interior; como un cangrejo ermitaño, somos libres de cambiar nuestra morada, emprendiendo un trayecto hacia nuestro propio ser, hacia lo más profundo del pensamiento.
Debo detenerme ahora en lo que acabo de decir, en ese caracol desnudo, en medio de una playa desierta.
Bibl: Anne M. Lindbergh, DON DEL MAR. (adapt).
No avancemos tan rápido; estamos en Septiembre; rápidamente entraremos en Octubre; gocemos estos dos meses sin pensar en Diciembre. ¿Qué sabes lo que el destino nos tiene reservado? ¿Qué sabes los designios divinos para el año entrante? El teléfono instalado al fin en casa, tu voz, mi risa brotando desde mi garganta, grandes alegrías, un trabajo nuevo. Cada día debería ser un agradecimiento por todas las desgracias que no nos tocan vivir, porque estamos sanos, porque nos queremos y podemos decirlo, porque somos amigos a una edad en que difícilmente madre e hijo lo son, porque nos apoyamos, porque te he sido fiel en cada minuto libre de estos meses, porque no te he abandonado en Ushuaia, porque te quieren primos y amigos.
De tu cumple hablaremos en Diciembre. De la Navidad , también. Tal vez mañana.
Te quiero y me encanta verte tan comunicativo. Ojala no pierdas ese don, cuando regreses a este bullicio porteño que tanto destroza la comunicación de los seres que se aman, por falta de tiempo, de atención, por fatiga o preocupaciones diarias. No dejes de comunicarte, porque de ese modo yo puedo comunicarme contigo. Te siento cerca y me infundes fuerzas, tú, que tanto necesitas de las mías. ¡Animo! Es casi Octubre, Sebi mío, no Diciembre, que quizá sea el mejor mes de este año. No puedo adelantarte más. Cree en mí; confía en las estrellas y en el destino. Juega a favor. Mira la montaña, no el edificio.
Te quiero mucho y tú también eres el mejor.
Co